Desde la asociación asociación cultural “Amigos de la Villa de Calcena” nos envían un interesante texto sobre las minas de Valdeplata de Calcena (Zaragoza). Os lo dejamos a continuación. Las minas de Valdeplata son un claro ejemplo del potencial minero del Sistema Ibérico y más concretamente de la Sierra del Moncayo. En Calcena se tiene constancia de la extracción de hierro, plomo, cobre y plata entre otros. Al parecer, ya que no existe documentación escrita de la época, su explotación se inició en tiempos de los celtíberos que utilizaron la plata extraída en estos y otros yacimientos dispersos en el Sistema Ibérico para pagar los tributos a los romanos.

Los primeros documentos encontrados datan de finales del siglo XVI y principios del siglo XVII durante los cuales la extracción del sulfuro de Plomo (conocido como alcohol) muy utilizado por los artesanos alfareros del valle del Jalón tuvo un mayor auge que la plata. Tras la expulsión de los moriscos de la península en 1610 se redujo notablemente la producción de este mineral y las minas entraron en decadencia. También se sabe que el Ayuntamiento de Calcena entregaba cantidades variables de estos minerales a la Corona, propietaria de todas las explotaciones, en concepto de impuestos.

Se cree que durante gran parte del siglo XVIII permanecieron abandonadas debido a la falta de rentabilidad, un problema que fue una constante para la explotación durante su larga vida, sobre todo por los elevados costes para la extracción del agua. De hecho, fueron cerradas durante años porque los gastos eran muy grandes y la cantidad de plata escasa, no se podía competir con las minas de las Américas donde la mano de obra esclava abarataba los costes.

Sabemos algo más de fechas posteriores. Pascual Madoz hace mención del Valle de la Plata en su diccionario geográfico-estadístico-histórico de España y sus posesiones de Ultramar, en el señala que fueron reabiertas de nuevo en 1826 en ellas trabajaban 40 hombres, pero nada se sabe de sus propietarios, únicamente que las cerraron en 1833. Posteriormente en un artículo de 1859, publicado por La Gaceta de los Caminos de Hierro, se traza la historia de la compañía Sociedad Minera Unión y Constancia modelo de empresa en su constante empeño de poner en explotación estos yacimientos de plata y plomo. Estaba participada por ocho vecinos del pueblo de Morés, diez socios de Calatayud a los que se añadieron un número indeterminado de socios que compraron acciones de la sociedad con posterioridad a la fecha de su constitución. En este artículo se informa que la sociedad se creó el 1 de julio de 1845 para explotar la mina Ménsula situada en el término de Calcena.

Para la explotación de la mina, que por primera vez se iba a trabajar a nivel industrial, además de avanzar en las labores de extracción en su interior; en el exterior se construyeron cuarteles para los mineros, una casa como sede de la Compañía y vivienda del director, administrador, capataces y operarios; edificios para talleres, lavaderos, almacenes, caballerizas, laboratorio, y una capilla. Además la compañía arregló la carretera por la que se transportaba el mineral hasta la fundición que se localizaba aguas abajo del curso del río Valdeplata cerca de su confluencia con el río Isuela. Todas estas instalaciones se completaban con la existencia de dos malacates, uno compuesto por doce mulas para la extracción de las aguas y el otro, construido en el año 1855, para el servicio del pozo principal movido en esta ocasión por 13 bueyes para extraer tanto las aguas de este pozo como para mover las zafras hasta el cuarto piso, la mayor profundidad de la mina. Estas construcciones y obras se completaron con la construcción de dos muros de contención de las aguas de dos arroyos que cruzaban la mina y la explanación del terreno circundante para favorecer los movimientos de los materiales. En el año 1856 se perforaron dos nuevos pozos y en 1859 las mulas y los bueyes de los malacates fueron sustituidos por una máquina de vapor comprada al fabricante inglés Mr. Failot e Hijos.

Durante estos años los trabajos en la mina estaban a pleno rendimiento. Esta compañía se mantuvo en activo hasta 1864 y, según un anunció de la propia compañía, en ese mismo año para la contratación de personal, los mineros tenían que permanecer como mínimo seis meses consecutivos y no podían ausentarse de la mina sin permiso del capataz. Su jornada laboral se prolongaba por espacio de doce horas recibiendo once reales de vellón por cada jornada. Debían vivir en la barriada de la mina y pagaban un pequeño alquiler mensual por la habitación que ocupaban. Asimismo, la empresa les 78 facilitaba los víveres que compraban en el propio almacén de la mina aunque también podían adquirir mercancías en los puestos ambulantes que se acercaban hasta la explotación. De la misma manera, contaban con un servició médico. Si el obrero sufría un accidente involuntario durante su trabajo tenía derecho a la asistencia médica y a la mitad del jornal por espacio de tres meses. Si el trabajador enfermaba por otras causas tan solo recibía la asistencia sanitaria. Finalmente, la empresa no olvidaba las necesidades espirituales de sus empleados y ponía a su disposición la capilla y el clérigo para que los domingos y fiestas mayores del año tuvieran asegurada la celebración de la santa misa. La empresa gratificaba a aquellos mineros que habían trabajado los seis meses ininterrumpidamente con 180 reales además de devolverles el alquiler satisfecho por la habitación. Durante el periodo en el que Sociedad Minera Unión y Constancia estuvo al frente de esta mina trabajó un filón de 800 m de longitud mediante un pozo de 43 m de profundidad y dos niveles de extracción.

Con posterioridad, entre 1909 y 1914, una compañía francesa asumió la explotación y profundizó hasta los 200 metros al realizar el pozo maestro de San Fernando reconociéndose el filón en una longitud de un kilómetro con siete niveles de explotación. Se trajeron maquinarias nuevas y se proyectó la electrificación de las minas para su explotación. Para ello se amplió y modernizó el edificio de la fundición aguas abajo en la desembocadura del barranco ya en el rio Isuela. No deja de ser curioso que la corriente eléctrica no llegaría a Calcena hasta muchos años después. Algunos errores en la construcción de los canales de agua para alimentar las turbinas eléctricas que harían funcionar las bombas de achique de agua unido al estallido de la Gran Guerra puso fin a la aventura minera de Valdeplata.

En los años 60 se retiraron las máquinas abandonadas por lo que en la actualidad solo se conservan los restos de algunas de las edificaciones dispersos por la zona. En todos los casos, se tratan de construcciones sencillas, realizadas con la técnica de la piedra seca y luego encaladas. Los vanos parece ser que eran de medio punto y de todos estos restos destacan las ruinas del malacate y de la propia fundición. En definitiva, unos restos mineros casi desconocidos en su valor patrimonial en cuyo conocimiento se debería profundizar.