Recientemente se ha publicado un artículo en la revista Argensola liderado por José Antonio Cuchi sobre un conflicto en la explotación del hierro de Bielsa que llegó hasta el rey. Se trata de un conjunto de documentos donde se detallan todo el proceso y los diferentes argumentos para dirimir quien debía explotar las minas de hierro en la zona de Barleto y en las fraguas que debía procesarse el mineral. Vamos a contar un poco del hierro de Bielsa a partir del artículo de Cuchi y colaboradores.
Severino Pallaruelo en 1994 recoge la opinión generalizada en el Aragón del Siglo XVI, sobre la calidad extraordinaria del hierro producido en Bielsa. Hay diversos documentos en los que se exige que las obras “deben realizarse con hierro de Bielsa” para garantizar la calidad. También se empleó para fabricar las herramientas usadas en construcciones tan emblemáticas como el monasterio de El Escorial y el canal Imperial de Aragón. Este hierro abastecía el mercado del entorno y parte del resto de Aragón. Se transportaba hacia el sur por los caminos paralelos al Cinca y llegaba hasta Barbastro, Huesca y Zaragoza. A pesar de las numerosas referencias, hay pocos elementos con origen demostrado en el hierro de Bielsa, uno de ellos es la reja del ábside de la ermita de la Virgen de Pineta.
Uno de los lugares de explotación de hierro en Bielsa se encontraba en la cara sur de Punta Suelza, en el paraje de Barleto, lindante con el término de Sin. La memoria colectiva de los actuales vecinos de Serveto sigue localizando minas en Barleto. Este paraje está hoy dividido entre los municipios de Bielsa y Tella-Sin. En un estudio de campo realizado no encontramos bocaminas en esta zona, aunque si posibles indicios de explotaciones.
La extracción del hierro en el entorno de Bielsa permitió el florecimiento de una industria de fraguas (fargas). El concejo de Bielsa, por sus privilegios provenientes de la edad media, era el propietario de las minas y, si no de todas, de alguna de las fargas, que arrendó hasta el final del siglo XVIII. Los arrendatarios solían ser de origen francés. El concejo se aseguraba, en los sucesivos contratos, que los trabajadores fueran preferentemente habitantes del valle. Solían trabajar como picadores, carboneros, arrieros u operarios, aunque era habitual encontrar personal de fuera del valle, sobre todo para trabajos que requerían especialización. Así, Pallaruelo cita la presencia de fargueros vasconavaros pudiendo ser la mayoría de los trabajadores. Esta convivencia de locales y foráneos podía llevar, en ocasiones, a como sucedió a finales del siglo XVIII.
La explotación de las minas de Bielsa era competencia del concejo. No obstante, se sabe que la exención de impuestos no llegó a ser completa y los vecinos acabaron aportando cantidades económicas a las arcas reales. El concejo decidía el arrendamiento de la explotación de las minas, normalmente con presencia de todos los vecinos. El siglo XVI parece ser la época de mayor expansión de la minería del hierro de Bielsa, perdiendo vigor en los dos siguientes siglos, deducido por la escasez de contratos de arrendamiento. La situación no se modificó con la llegada de los Borbones, pero poco a poco hay un intervencionismo por parte de la Real Audiencia de Zaragoza siguiendo la pauta marcada por los borbones.
En mayo de 1779 el alcalde de Bielsa ordenó a los mineros que estaban trabajando en la montaña de Barleto para Francisco Serrat, natural de Sarrancolin (Francia), que cesaran en sus trabajos, lo que provoco el paro de la farga de San Juan de Plan. Cuando se retiraron los operarios de Serrat, una cuadrilla de franceses enviados por Agustín Conte, de Oloron, comenzaron a arrancar mineral. Así comenzó un largo pleito que se cerró en diciembre de 1799. Los vecinos de Bielsa acostumbraban, como dueños, a arrendar el mineral, y así lo habían hecho con Agustín Conte por diez años, pero ese arrendamiento lo anulo la Audiencia a instancias del síndico procurador de Bielsa. Las razones eran que sus operarios eran franceses, lo que privaba de jornales a los vecinos, y que exportaba “crecidas porciones para el rey de Francia”, y además había subido el precio hasta 6 reales más la arroba. Por ello se dio el arrendamiento a Pedro Gasós, que empleó gentes del país y les adelantó hasta 100 000 reales, pagaderos con trabajo en los dos años y medio que faltaban de arrendamiento. El análisis de la documentación, que se sigue en orden de colocación, aporta mucha información sobre las minas Barleto, las fargas, la administración del hierro de Bielsa y el profundo conflicto entre vecinos provocado por esta disputa. Finalmente, el rey termino interviniendo, y retiro el pleito a la Real Audiencia para pasárselo a la Junta.
Todos estos datos vienen a confirmar el interés por el país vecino por intervenir en la minería de los valles de Bielsa y Gistáu a lo largo del siglo XVIII. En los textos de los ilustrados españoles, como el ya citado de Pignatelli, la acusación de explotación a extranjeros es un tema recurrente al que se achacan los males de nuestra minería. En la documentación judicial que estudia José Antonio Cuchi y colaboradores, aparece mucho más esporádicamente. Esto parece indicar que las gentes de los valles no veían demasiado inconveniente en que hubiera franceses explotando las minas, siempre que cumplieran sus compromisos. De hecho, la presencia francesa está documentada también en siglos anteriores. Parece que los conflictos derivan más del choque de intereses locales o del enfrentamiento entre valles que de la presencia de extranjeros.
El conflicto entre fargueros y vecinos se inscribe en el final del modelo de explotación que había estado vigente entre os siglos XVI-XVIII. También pudieron contribuir la intromisión de la Corona en los derechos tradicionales del concejo y la irrupción de la nueva compañía de minas, pero seguramente el final vendría por el tremendo cambio tecnológico que estaba surgiendo en esos años. La sustitución del carbón vegetal por el “carbón de piedra”, que empezó a favorecer la Corona a fines del XVIII, no fue posible en Bielsa, y a la vez se mantuvieron las limitaciones de siempre, las grandes distancias, los fríos inviernos y las dificultades del transporte. Ya en el siglo siguiente, el declive de las fraguas tradicionales, que acabarían siendo reemplazadas por los altos hornos, terminó de hacer inviable la pervivencia de la minería tradicional del hierro del valle de Bielsa.
Referencia completa:
Cuchí Oterino, J.A., Generelo Lanaspa, J.J., Canudo Sanagustín, J.I., Ortas del Río, A. 2023. Aportaciones a la gestión del hierro de Bielsa en el siglo XVIII. Argensola, Revista de Ciencias Sociales, 132, 185-216.